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El poder de Daniela Salazar

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Foto:

El video más exitoso de Manuel Turizo no hubiera sido posible si Daniela Salazar no se hubiera atrevido a salvar patria.
Eran los primeros meses del 2017. La canción Una lady como tú ya era un éxito en varias emisoras colombianas y Daniela, que había ganado el casting para actuar en el video de Vine a buscarte, de Fonseca, y había sido elegida para salir en La curiosidad, de Maluma, no tuvo problema en aceptar ser la protagonista del nuevo video: le encantaba la canción y los productores del video eran amigos. Sin embargo, cuando faltaba un día para la grabación, la llamaron a pedirle un favor:
–No tenemos locación –le explicaron–. ¿Podemos hacer el video en tu casa?
Daniela no aceptó, pero logró que una amiga le prestara su cuarto. Fue su primera experiencia como productora. Eran unas tomas sencillas, pero como llegó todo el equipo de grabación tuvo que coordinar todo: desde la alimentación de los camarógrafos hasta la disposición de los muebles. Al final lo logró con la ayuda de su mamá, y el video, que era un proyecto de bajo presupuesto, logró 1.300 millones de visualizaciones en YouTube. Esa es una cifra que cualquiera que trabaje en redes sociales quisiera lograr al menos una vez en la vida.
Esta es Daniela Salazar, una mujer que sabe que con su conocimiento de leyes, su carisma en YouTube y su capacidad de aprenderlo todo en el mundo del marketing puede conquistar una buena parte del universo digital.En esa época, Daniela Salazar era una estudiante de Derecho de la Universidad Pontificia Bolivariana que combinaba días enteros de estudio para los exámenes de derecho comercial, con escapadas a El Hueco –un mercado popular de Medellín–, donde conseguía ropa, zapatos y pulseras que vendía entre sus compañeras y en Instagram. Sin embargo, fue con los números astronómicos de ese video que cayó en cuenta del poder que tenían las redes sociales y decidió empezar a construir una comunidad propia. En el último año consiguió medio millón de seguidores para su cuenta de Instagram, y bajo la premisa de contar su vida en videos cortos de YouTube logró entrar en la lista de creadores de contenido más exitosos de Colombia.
Un recuerdo que tenga de Armenia, la ciudad donde nació.
Me acuerdo de mi abuela. Yo viví mucho tiempo en la casa de ella y para mí fue superimportante: se llamaba Silvia Mejía y era una mujer adelantada a su época, porque a diferencia de lo que yo veía en las abuelas de mis amigas, ella fue la que mantuvo toda la vida a mi abuelo y siempre fue muy independiente. Ella tenía un almacén en el centro que se llamaba Los Ángeles, donde vendía ropa interior, vestidos de baño, pijamas; vivía encima del almacén y bajaba a trabajar todos los días de su vida. ¡Todas mis vacaciones me las pasaba con ella! Había por ahí diez empleadas, mi abuela me sentaba en los mostradores del almacén y yo veía cómo vendían. Tengo muchos recuerdos de ese lugar, y yo creo que eso siempre me impulsó a ser muy independiente.
 
¿Desde esa época ya tenía el chip de internet?
Cero. Yo me la pasaba viendo televisión y no usaba casi el computador de mi casa. Me acuerdo que los problemas que mis amigas tenían con sus hermanos se resumían en que ellos no les dejaban el computador para que se metieran a internet, en cambio como yo soy hija única el de mi casa siempre estaba vacío. Pero en general, no me metía a internet: tuve Messenger, pero ya cuando se iba a desaparecer.
Es raro ver una youtuber que venga del mundo de las leyes. ¿Por qué estudió Derecho?
Porque cuando me gradué, me puse a pensar en opciones. Me encanta la administración, pero yo sé vender, soy capaz de vender un tamal en un derrumbe, y quería aprender algo nuevo. Para la biología, la medicina y las ciencias soy negada. En cambio, todo lo social me encanta y siempre pensé que Derecho era una carrera que había que estudiar para entender realmente cómo pasaban las cosas.
¿Qué es lo que más recuerda de esa carrera?
Empecé a trabajar desde cuarto semestre en una oficina de abogados. El día que llegué me pasaron como seis memoriales para llevar a los juzgados y ahí me di cuenta de que todo es diferente a lo que enseñan en clase: me di cuenta de que algo andaba mal porque trabajaba con procesos que llevaban quince años. Después, en clase de derecho procesal nos decían que había un trámite que se demoraba tres días hábiles, y yo decía: “¿Cómo así que tres días? ¡Yo veo que hay procesos en los que llevan quince años posponiendo ese trámite! También me acuerdo de cuando estaba haciendo prácticas en el Consultorio Jurídico Penal y nos mandaban a los estudiantes a la cárcel para tramitar los beneficios administrativos que los presos tenían por trabajo o por portarse bien. Yo hacía todo superbién y llenaba todos los formatos, pero sabía que si nos llevaban a nosotros, que éramos estudiantes, era porque al final iban a botar todo a la basura y que no iba a pasar absolutamente nada. Eso me atormentó mucho. Pero, por el otro lado, amo el Derecho: este año sé que me va a tocar parar tres meses de mi vida para hacer los exámenes preparatorios que me faltan. Vale la pena porque yo aplico lo que aprendí todos los días: leo los contratos que me mandan de cualquier campaña y les hago mil correcciones. La gente debe pensar que estoy loca, pero a mí me gusta revisarlo todo de principio a fin.
¿Cuándo llegó a ser modelo para videos musicales?
Cuando yo empecé con todo eso ya estaba en la universidad… Bueno, en Armenia hice unas fotos publicitarias para un centro comercial, pero fue porque la administradora era amiga de mi mamá. Ya cuando llegué a Medellín se me metió a la cabeza la idea, pero fue difícil porque soy superbajita –mido como 1,58– y empezaron a llamarme para comerciales de televisión: gané castings para trabajar con Café Sello Rojo, con Arroz Roa, con Bancolombia y luego me salió lo de los videos musicales: La curiosidad, con Maluma; Vine a buscarte, con Fonseca. Lo que más me gustaba no era que todo el mundo me viera, sino que empecé a obsesionarme con el trabajo de los directores y de los camarógrafos. Yo preguntaba: “¿Por qué le cambian tantas veces el lente?”. Ellos me explicaban cuál era el de cerca, cuál era el de lejos, cómo funcionaban los ángulos, y así, preguntando, también aprendí de iluminación. Otra cosa es que descubrí que una de las cosas que más me gustan en la vida es actuar.
¿Y a trabajar en las redes sociales?
Como te decía, yo casi no tenía redes. Sí, tenía Instagram, pero me seguían si acaso 100 personas, de las cuales cincuenta eran conocidos de la vida… También tenía una página en la que vendía cosas: yo era un cacharro andante. Como estaba en la universidad y trabajaba yendo a los juzgados, yo salía de la oficina y me iba para El Hueco [un mercado popular de Medellín] a conseguir ropa, zapatos, pulseras… Yo vendía lo que me gustaba y lo que se ponía de moda. Un día les escribí a Simón [Pulgarín] y a Daniel [Jaramillo, los youtubers de Brosnación] para preguntarles cuánto me cobraban para promover mis pulseras en sus canales, y aunque me dijeron que en ese momento no podían, como a la semana me llamaron para pedirme el favor de que les ayudara para un video. Nos caímos bien y empecé a hacer videos con ellos, hasta que dije: “Esto me gusta”. Por esa época hice dos videos que dispararon mis redes, el de Una lady como tú [con Manuel Turizo] y Cafecito [con Sebas Villalobos y RK, que también son youtubers], entonces me decidí: llamé a dos amigas que tenía de Armenia, entre ellas María Fernanda Aristizábal, que hoy es Señorita Colombia, y armamos un canal de YouTube que se llamó ADM Real Life; subimos un video, pero eso se quedó así porque ninguna tenía tiempo. Hasta que un día me llamó Simón [Pulgarín] y me dijo: “Dani, te queremos proponer que hagas parte de Brosnación. Nosotros te ayudamos con tu canal y a cambio tú empiezas a aparecer en algunos videos nuestros”. Yo cerré los ojos, me metí en eso de cabeza y aunque ya no estoy en ese proyecto, llevo un año trabajando en mis redes.
¿Cómo es esa rutina?
Crecer en redes digitales implica mucho trabajo y mucha disciplina. Esto va mucho más allá de subir fotos o videos; lo más difícil es revisar las estadísticas y entender que cuando tú crees tener la clave de algo, ¡pum!, toda la lógica cambia. Yo estudio mínimo tres horas diarias, con Simón tomamos muchos cursos online de e-commerce y de marketing digital, y además nos ayudamos: un día hacemos videos para el canal de Simón, otro lo invertimos en hacer videos para mi canal, otro para el canal que tenemos los dos en español y el siguiente para el canal que tenemos en inglés. Los días que sobran son para editar.
Usted tiene un vínculo especial con sus mascotas, ¿ha pensado en hacer activismo por los derechos de los animales a través de sus redes?
Lo haré en el momento en que tenga una capacidad real de lograr algún cambio, porque por más que uno tenga cualquier número de seguidores, ayudar no es tan fácil. ¿De qué sirve hablar de cosas que uno no sabe a fondo? Por ejemplo, ahora, con los incendios forestales de Australia, empezamos a investigar cómo poner un link para hacer donaciones efectivas, y una amiga que se fue para allá porque quería ayudar nos comentó que todas las donaciones tenían, sí o sí, que pasar por el Gobierno, y hacer ese vínculo ya era muy difícil para nosotros. “Sí, está muy cool todo el contenido que hago, ¿pero cómo hacer para lograr cambios reales, que trasciendan, en mi país, en mi ciudad?”. Eso es lo que más me desvela. Por ahora, lo que está en mis manos es seguir aprendiendo y compartir mi experiencia: hace poco hicimos un master class sobre nuestra experiencia en redes y fueron como 180 personas que querían aprender.
FOTOGRAFÍA: FELIPE BOHÓRQUEZ
REVISTA DONJUAN
EDICIÓN 155 - ENERO 2020
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