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Historias

Entrevista a Yoreli Rincón

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Yoreli Rincón tiene 25 años y ha jugado desde los ocho en tantos campeonatos colombianos e internacionales como cualquier futbolista hombre de su talla. A los 19 años se convirtió en la primera mujer, que jugó fútbol profesional de Colombia –en un equipo brasilero, el XV de Piracicaba– y conoció las ligas femeninas de Suecia y Estados Unidos. Durante los últimos fue una de las fichas clave, de la liga femenina colombiana y el año pasado formó parte del Atlético Huila que fue campeón de la Copa Libertadores. Su excelente actuación, además de ratificarla como la capitana de la selección Colombia, la volvió a llevar al fútbol brasilero, donde el Esporte Clube Iranduba da Amazônia apostó por ella como su nueva volante de creación.
¿Cuál fue el primer partido de fútbol que vio en su vida?
Cuando yo tenía cinco años mi mamá jugaba micro en el barrio a escondidas de mi papá. Yo la veía: jugaba en el lodo y descalza. No sé cómo lo hacía, era una dura y jugaba muy bien. Eso me motivaba mucho porque yo siempre decía que quería ser como ella.
¿Ahí supo que quería hacer eso toda su vida?
Sí. Primero estuve en una escuela de niños que se llama Nantes, donde me vieron jugar y me apadrinaron. Víctor Hugo, mi entrenador, me enseñó todo lo que necesitaba saber para comenzar. Tenía ocho años cuando empecé, jugaba en la Liga de Santander con niños y los partidos eran fuertísimos. A los papás de los otros equipos no les gustaba que yo jugara, les daba rabia y les decían: “Denle duro no se dejen”, pero los papás de mi equipo me defendían.¡Cada ocho días había pelea en la cancha! A los 12 años ya empecé a jugar con mujeres.
¿Cómo creció en el deporte?
Quería entrar a la selección femenina de Santander y jugué un partido, pero la técnica me dijo que no servía para el fútbol. Eso me dio muy duro. Sin embargo, Víctor Hugo tenía grabaciones mías y las mandó a todas las selecciones del país. Pasé a la del Tolima, donde me abrieron las puertas. Eso fue a los doce años: me fui de mi casa para seguir mi sueño y sin el permiso de mis papás. Llegué a vivir a Ibagué, sin sueldo, pero en un colegio de monjas me daban vivienda y estudio. Allí nadie sabía jugar fútbol, entonces yo les cobraba 500 pesos por enseñarles a jugar y esa era la plata que usaba para los transportes del entrenamiento. Ahí duré dos años; después me vine para Bogotá, a la selección Colombia.
¿Y su familia qué le dijo?
A mi papá al principio no le gustó la idea de que jugara fútbol; siempre me decía que era un deporte para hombres. Creo que esa fue la prueba más difícil. Sin embargo, cuando me vio jugar se convirtió en mi fan número uno y me acompañó a los partidos y a los entrenamientos.
Usted es la primera jugadora profesional de fútbol en Colombia…
¡Me preparé muchísimo! Cuando estaba en Bogotá caminaba hasta tres horas para llegar a los entrenamientos. En el 2012, en un campeonato suramericano en Brasil, me escogieron como la mejor jugadora y gracias a eso se acercaron del club XV de Piracicaba y me dijeron que si me quería unir a ellos. Era un sueño hecho realidad. Dije que sí, que de una, ni lo pensé. Era algo que jamás había pasado: por primera vez en la historia de Colombia una mujer firmaba un contrato con un equipo de fútbol profesional y además en el extranjero. Ahí supe que si había logrado eso, podía hacer más cosas. Mi otra meta era jugar la Champions League, y pude jugar la Liga de Campeones Femenina de la UEFA con el FC de Malmö, de Suecia.
¿Cuál ha sido el partido más difícil de su vida?
Hace unos meses. La final de la Copa Libertadores, donde fuimos campeonas con el Atlético Huila. En un momento sentí que estábamos acabadas y que no teníamos físico. Yo veía el reloj y no avanzaba. Fue eterno ese partido.
¿Qué es lo más complicado de ser una jugadora de fútbol en Colombia?
No puedes vivir de eso. Tienes que alternarlo con otro trabajo para vivir un año tranquila.
¿Todavía falta para que haya igualdad entre el fútbol masculino y femenino?
Sí, pero es un proceso que se ha ido construyendo. Vamos por buen camino, pero falta un montón. Creo que la difusión tampoco es la misma: muchas veces la gente no se entera de nada de los equipos femeninos del país, pero sí de los masculinos, entonces me gustaría abrirles más la mente a las personas en ese aspecto. Hay gente muy cerrada y cuadriculada, se sorprenden y no entienden cuando una mujer hace algo diferente a lo que hacían las mujeres de antes.
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