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La historia de Valerie Domínguez

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 “Los italianos me dejaron marcada: siempre hablan con las manos”, dice, y une los dedos de ambas como un futbolista del Calcio para reclamarle algo al árbitro. Valerie fue futbolista en el colegio: “Yo llevaba siempre el número 10. Mi prima y yo éramos muy buenas. Ahora veo al equipo de fútbol femenino de Colombia y cuando aparecen en Instagram pienso que me encantaría estar ahí”. En su primera infancia quería ser “actora”, pero la idea se le perdió en el camino; decidió ser diseñadora de modas y estudió en Milán, luego se mudó a Florencia para estudiar diseño de joyas y continuar con el negocio de su familia. “Cuando llegué, vivía con una amiga en un apartamento que era un corredor diminuto, con una cocina diminuta a un lado y dos cuartos igual de diminutos. A los pocos meses me mudé sola”. En unas vacaciones se encontró con una delegada del reinado de belleza y, en un “te llamo luego”, su nombre terminó en la carpeta de Señorita Atlántico: “Mi papá me llamó a Florencia, me pareció divertido y le dije: “¿Podemos?”. Me dijo que sí y volví para participar en el reinado porque no me quería arrepentir y todas mis  decisiones en la vida son iguales, inmediatas –dice ella–. Entonces todo se volvió una fiesta: mi familia fue con las camisetas rojas de Señorita Atlántico a Cartagena y gané. Hicieron lo mismo en Miss Universo. ¡No pude disfrutar con ellos, pero se la gozaron!”.
Miss Universo 2006 se llevó a cabo en Los Ángeles, la ciudad de los sueños, la misma ciudad de la que acaba de regresar después de casi una década de trabajo: “Hace unos años mis papás fueron a verme. Mi papá tenía unas ganas terribles de hacer un viaje en una casa rodante y fui con ellos y una amiga. Vimos unos amaneceres espectaculares, medité, sentí que el peso de las cosas malas que tenía adentro se desplazaba y luego se iba. Mi papá se reía, pero al final, debajo de un árbol, me decía: ‘Enséñame a meditar’”.
Meditar y hacer ejercicio la salvaron. Durante el momento más complicado de su vida –el escándalo de Agro Ingreso Seguro– fue a ver a un terapeuta y le recomendaron tomar antidepresivos; se negó de tajo y se refugió en el deporte: todos los días a las 4:30 de la mañana su entrenador personal, Carlos Páramo, se plantaba en la puerta de su edificio con la mejor energía para salir a trotar y animarla para que ella luego saliera a enfrentar el día. Tenía la presión mediática y las peleas con su novio de casi cuatro años, Juan Manuel Dávila, que en ese momento fue procesado y luego condenado por el caso de Agro Ingreso Seguro; también las reuniones con su abogado, el ex ministro de justicia Yesid Reyes, y las grabaciones de Los caballeros las prefieren brutas.
¿Cómo empezó su carrera como actriz?
Nunca soñé con ser reina, pero cuando era chiquita mi mamá me preguntaba: “¿Qué quieres ser cuando grande?” Yo le decía “actora”, y ella me corregía: “actriz, actriz”. Pero en la adolescencia fui cambiando de profesión: diseñé la biblioteca del colegio, hice obras de teatro... Mi papá me pedía que lo acompañara a las ferias de joyería de Suiza, Italia y Estados Unidos. Yo inicialmente no quería estudiar diseño de joyas porque me encantaba hacerlo sin que fuera una obligación, pero mi papá decía que era el negocio que había mantenido muchos años a la familia y yo debía conocerlo mejor.
Cuando me gradué del colegio, a los 18 años, me fui a Italia a estudiar diseño de moda en Milán y diseño de joyas en Florencia, pero antes hicimos un tour de universidades por Canadá, Nueva York y Boston. Un día, en el desayuno,  estábamos con mi tío y él le dijo a mi papá: “Si ella quiere estudiar moda, mándala a Europa, no a Estados Unidos”.  Organicé un fólder de universidades en Italia, conseguí un profesor de italiano, me aceptaron y arranqué al Istituto Europeo di Design.
Después de Milán, me mudé a Florencia a estudiar joyería en Alchimia Contemporary Jewellery School. Mi mamá viajó para mi grado y me ayudó a mudar. Nos fuimos en tren. Estudié tres años ahí y a mi regreso abrí joyerías WAO.  Todavía tengo mi negocio de joyería en Barranquilla, pero terminé de reina por casualidad y después del reinado decidí quedarme en Colombia. Fue una gran experiencia y una linda oportunidad poder representar a mi país y viajar por Colombia apoyando obras sociales, me llamaron varios representantes hasta que un día conocí a Gloria de la Pava. Ella fue mi primera mánager, nos sentamos a comer y nos llevamos superbién desde el primer día.  Raimundo Angulo me llamó para decirme que me querían en Bailando por un sueño. Fui y bailé. Después me enteré que me querían en Factor X como participante; les dije que no cantaba, pero como era para una causa social me metí de una y casi llego a la final.
Ahí llegó mi debut en el cine. Estuve en Esto huele mal, de Jorge Alí Triana; me tiré al agua porque ni siquiera sabía cómo eran los besos actuados. Al mismo tiempo me salió Hasta que la plata nos separe. Unas cosas salieron primero al aire, pero grabé casi todo al mismo tiempo. Después Adriana Suárez, la guionista de El último matrimonio feliz, vio una portada mía en la que aparecía con una peluca rubia que salió en Aló y dijo: “Esta es mi Bárbara”; sin  embargo, en la audición, me di cuenta de que el director no me quería ahí, ellos buscaban actrices profesionales. Me metí en clases con Nicolás Montero y Ramsés Ramos. Luis Orejuela, el director, fue bastante estricto y sacó lo mejor de mí. Yo quería que se sintiera orgulloso de mi trabajo. Al final me dijo: “¡Te felicito, ¡Lo hiciste a la altura de Alejandra Borrero!”. Para mi fue increíble. Cuando estaba en las grabaciones de El último matrimonio feliz me
llamaron para Los caballeros las prefieren brutas y dije: “¡Wow!”
Entonces estalló el escándalo.
En la mitad de la grabación de Los caballeros las prefieren brutas pasó todo. Yo me enteré del escándalo por la radio, a las cinco de la mañana. Yo oía y no sabía qué estaba pasando ni de qué estaban hablando. No sabía por qué mi nombre estaba ahí. Eventualmente me enteré de todo y aunque trataba de estar al ciento por ciento en el trabajo, emocionalmente yo no estaba bien. Trataba de enfocarme y de dejarlo todo afuera cuando entraba en el estudio, pero no era fácil. Me llevaron a un psiquiatra y me dijeron que querían medicarme. Yo no quería tomar el camino más fácil, no quería volverme adicta a nada, así que decidí levantarme a trotar cada mañana al amanecer. Esa fue mi terapia. En las grabaciones todos me apoyaron, desde los directores hasta el elenco. Me di cuenta quiénes eran mis amigos: Patricia Castañeda, Juan Pablo Raba, Mijael Mulkai, Alessandro Angulo... En esos momentos es cuando realmente te das cuenta de quiénes son tus amigos. Todo el proceso judicial duró cinco años, pero al cuarto año me declararon inocente y luego apelaron. Al final, todo se demoró un año más. Yo me fui a Miami, después regresé para grabar Un sueño llamado salsa y, entre tanto, me tocaba regresar a las audiencias. Finalmente decidí arrancar a Nueva York a estudiar actuación formalmente. Hoy miro para atrás y pienso en todo lo que crecí a través de eso que me pasó. Fue muy fuerte todo: tocó esperar un año para poder hacer públicas las pruebas. Al comienzo nadie sabía lo que estaba pasando, ni entendía nada.
¿Por qué?
Las pruebas salieron al año y no fue fácil. Todo salió a la luz en el juzgado, incluso el maltrato del que fui víctima. Para uno es un tema difícil como mujer: todas hemos crecido en una sociedad muy machista. Hay algo más fuerte que el maltrato físico y es el maltrato psicológico. Solo ahora que estoy en Colombia de nuevo siento que volví a ser la que era antes. Tuve un break en mi vida, un paréntesis. Yo no sabía lo mal que estaba hasta que, con la distancia, me di cuenta. Yo no veía que estuviera tan mal y salir de ahí me tomó tiempo. Me encantaría que las mujeres entendieran esto cuando conocen a alguien: cuando tú sales con una persona, al principio solo ves lo que quieres ver. Tú, a tu pareja, le cuentas todo: tus inseguridades, tus miedos; te abres. Esa persona decide si te apoya para ser cada día mejor, o si usa toda esa información para hacer lo que quiera cuando quiera. Pero yo solo entendí eso después. Tuve momentos en los que no me reconocía. En la relación todo fue increíble al principio, al mes y medio de conocernos él me propuso matrimonio y luego nos fuimos a vivir juntos. Fue como un matrimonio. Nunca puse fecha para la boda porque tenía mucho trabajo.
¿En qué momento se dio cuenta de que todo estaba mal con su novio?
Siempre habían banderas rojas. Cositas que se iban acumulando, cosas de las que uno se iba dando cuenta. Pasó el maltrato y se lo comenté a personas cercanas, ahí no lo hice público. La gente no sabe por lo que uno está pasando y es fácil decir: “¿Por qué sigue con él si pasó esto o lo otro?”. El maltrato psicológico es algo muy fuerte. Cuando tú estás metido en algo así la manipulación es tan fuerte que tú no puedes salir tan fácil. Ahora puedo hablar mirando hacia atrás. Una persona muy cercana a mí me dijo: “Tú no tienes ni idea en lo que estás metida”. Y sí, yo no sabía.
¿Cuales son esas banderas rojas?
Celos extremos, peleas sin sentido... Soy actriz y en mi trabajo hay todo tipo de escenas, pero tener escenas íntimas era un problema. Llegar tarde de las grabaciones, de las fotos de portadas de revistas, o de lo que fuera. Llegaba al otro día con los ojos hinchados y no dormía nada, las peleas duraban hasta las tres de la mañana.
¿Qué le dijo su abogado?
A Yesid Reyes lo amo. Él, al principio, no estaba interesado, pero cuando escuchó la historia y vio las pruebas, entendió lo que estaba pasando. La relación que tuvimos durante todo el proceso fue muy bonita porque conoció todos los detalles. Conoció a mi familia, conoció las pruebas. Tuvo todo de primera mano para poder entender lo que me había pasado. No pude estar en mejores manos. Llegué a él porGloria de la Pava. Al comienzo de la reunión todo
fue difícil, pero cuando vio toda la verdad dijo: “Vamos”.
¿Qué fue lo primero que hizo cuando se fue de Colombia?
Cuando comencé como actriz no sabía lo que era realmente preparar un personaje. Fui a The Lee Strasberg Theatre And Film Institute en Nueva York y en un año me di cuenta de que todo lo que me había pasado y me estaba pasando era lo mejor que me había podido pasar como actriz. Cambié una situación mala y la convertí en algo bueno para mi carrera. Aprendí a desarrollar mis emociones y a llegar a otros niveles. Ahí empecé a ver las cosas de otra manera. Sané, crecí, perdoné y vi que no todo lo malo es malo. Luego llegué a México a hacer un curso con un profesor que se llama Fernando Piernas, me quedé los días que duró el curso y conocí a Fabiola Peña, una mánager mexicana. A los dos días de terminar el curso ella me llamó a decirme que había salido un antagónico, pero terminé de protagonista de La Clínica . Me quedé ocho meses en México y cuando terminé me ofrecieron un trabajo con  Televisa, pero decidí no tomarlo porque quería probar en Los Ángeles con una audición que casi gano. Yo nunca soñé con vivir en Los Ángeles ni con ir a Hollywood, pero la vida me estaba llevando y dejé que todo fluyera. Llegué a la ciudad y empecé el proceso de castings.Generalmente los casting son muy rápidos, más o menos diez minutos en una oficina y nunca sabes realmente si te fue bien o no.
Cuando llegué me salió una película de entrada: El poder de la cruz . Ahí trabajé con Sean Astin y Mira Sorvino y grabé una buena cantidad de comerciales nacionales. Hace un año estuve muy cerca de protagonizar una serie de acción para la cadena ABC. ¡Era el papel de mis sueños! Después de pasar varias audiciones y tests , finalmente firmé con el canal, pero desafortunadamente el episodio piloto no avanzó.
En Los Ángeles te haces un máster en rechazo. Es ahí cuando empiezas a dejar el ego a un lado y entiendes que no es personal, es solo que están buscando a otra persona, más alta o más flaca o más gorda, o con otro color de ojos... Cuando entras al cuarto de los castings, los directores ya saben en un 80 % si les funcionas o no, porque ellos tienen muy claro lo que están buscando y eso no significa que seas buen actor o no. En las audiciones de cine y televisión es muy chistoso, porque cuando vas, todos se parecen a ti. Tienen tu mismo pelo o tu color de piel o están vestidas igual. Al principio era un poco estresante, pero hoy ya me divierto mucho: todo esto me hace recordar al personaje de Joey, en Friends , en la escena en la que dice: “Me voy a dormir temprano, mañana tengo una escena en la que tengo 19 años”. ¡Eso también me pasó!
Hace un rato hablaba de la meditación y el ejercicio, ¿por qué son tan importantes?
Cuando aterricé en Los Ángeles empecé con el yoga y me di cuenta de muchas cosas que uno guarda en el cuerpo sin saber porque empecé a liberarlas durante las clases. Luego empecé a meditar y la vida me cambió poquito a poquito. Empecé a crear una relación conmigo, aprendí a recargarme de energía, a respirar y vivir momento a momento, a vivir el ahora; y todo desde el amor. Esa transformación me ayudó en el amor propio. Empecé a buscar cosas diferentes en las personas, a sentir sus energías y a conectarme de maneras que no conocía. Ha sido un proceso conmigo misma de reconstrucción. Todas las enseñanzas que me ha dado la vida me han llevado a donde estoy. Y me siento plena, aún con mucho por aprender, pero feliz. No me cambio por nadie en ningún aspecto.
Cuál ha sido un momento memorable?
Mi abuelo nació en Nueva York y le encantaba viajar. Siempre soñaba con los paseos de casas rodantes y mi papá también. Hace dos años mi papá y mi mamá llegaron a Los Ángeles y alquilaron una casa rodante. ¡Estaba muy emocionada! Arrancamos desde Los Ángeles y llegamos a San Francisco pasando por Yosemitee, Sequoia... Nos parqueábamos en los parques especializados para estos carros a pasar la noche. Los amaneceres en cada lugar fueron increíbles y las noches eran llenas de estrellas.
A ese viaje también fue una amiga, Nati, que acababa de hacer un viaje a Perú y de hacer ceremonias sanadoras con instrumentos. Un día, por casualidades de la vida, nos bajamos en una oficina de información y estaba cerrada, pero había un papelito que decía “Sound Bath”. Era una gente de Sonoma. Y el evento empezaba en media hora. Mis papás nos dejaron mientras buscaban el parque para pasar la noche. ¡Fue una experiencia increíble! Dos horas dejándote bañar por estos sonidos en una meditación con instrumentos para relajarnos y conectarnos con el “sutrama”. Fue algo realmente especial en donde saqué muchas cosas que tenía guardadas. Era algo nuevo para mí. Cuando terminé, una mujer se acercó y me dijo: “Estabas cerrada, así que ya te abrimos”. Fue un momento espiritual muy bonito. Tenía que pasarme en ese momento: a esa hora y en ese lugar. ¡Realmente fue toda una aventura! Viví momentos de conexión únicos con mis papás en los que nos pudimos disfrutar mutuamente. Nati nos enseñó a hacer fogatas y hasta Lola, mi perrita, hizo parte del paseo.
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¿Se va a quedar en Colomba?
Por ahora sí. Llegué a hacer una producción con Canal Caracol. Por primera vez, un antagónico. Es la vida del Gran Martín Elías, el hijo de Diomedes. Los vallenatos que más me gustan son los de él. Yo vine en agosto para el cumpleaños de mi mamá y pasé por Bogotá un día. Ese día me llamaron para presentar la audición y cuando regresé a Los Ángeles, una semana después, me preguntaron si quería irme para Colombia. Sin pensarlo dije: ¡De una!
¿Tiene otros proyectos?
Llevo haciendo uno hace más de un año. Hay socios y escritores a bordo. Ya estamos muy adelantados e iniciando reuniones en Estados Unidos. Ha sido un proceso muy interesante, sobre todo porque por primera vez estoy del otro lado, produciendo.
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