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El encanto de Sara Orrego

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Foto:

Revista Don Juan
 Todo sucedió en los últimos tres años.
En ese lapso, Sara Orrego vio cómo su cuenta de Instagram crecía exponencialmente; que su pasaporte se llenaba de sellos cuando la llamaban para hacer campañas publicitarias en Ecuador, en México o en Las Vegas y cómo la empezaron a contactar para participar en videos de reguetón para Daddy Yankee, Maluma y Kevin Roldán.
Nunca fue actriz ni cantante. Tampoco fue famosa en el mundo de los medios tradicionales. Como toda su generación, creció en el universo de YouTube. Para ella lo importante no eran los discos que lanzaban sus artistas favoritos, sino los singles que en una semana se convertían en los más escuchados del mundo gracias a millones de clics. Y por eso, cuando vio que su Instagram creció de un día para otro de 2.000 a 10.000 seguidores, aprovechó la oportunidad y logró montarse en una ola exponencial de likes.
Nació en Medellín hace 22 años. Cuando era adolescente, montaba patineta a la salida del colegio y se ponía la misma ropa ancha que usan todos los skaters. En esa época tenía tiempo para escuchar a Belinda y a Miley Cyrus (sus artistas favoritas) o para sentarse a preparar los exámenes (estudió contabilidad e ingeniería financiera, pero no terminó). Hoy, en cambio, su vida va a toda velocidad: un día está en una sesión de fotos para una marca de jeans, al día siguiente hace una campaña para una nueva colección de ropa deportiva y después recibe un mensaje en Instagram en donde le preguntan si está disponible para viajar a hacer algún video en un estudio de Miami.
Fue así, precisamente, como la contactaron para que participara en “Hola”, de Maluma, una colaboración entre el reguetonero paisa y el estadounidense Flo Rida que tiene 120 millones de visualizaciones en YouTube. Ella, al principio, pensaba que era una oferta falsa, pero después se dio cuenta de que los hits de su carrera como modelo también podían llegar a través de un mensaje de Instagram. En total ha participado en cinco videos: “Los problemas”, de Dayme & El High y Kevin Roldán; “No sufras por amor”, de Ronald El Killa; “Hola”, de Flo Rida y Maluma, y “Adictiva”, de Daddy Yankee y Anuel AA. Este último video, lanzado en noviembre del año pasado, logró 17 millones de visualizaciones en dos días y su contador ya supera los 160 millones.
Su cuenta en Instagram @saraorrego4 es un archivo de sus viajes, sesiones de trabajo y rutina diaria. Prefiere escapar de los gimnasios y buscar algún parque en Medellín donde pueda trotar por horas. En sus ratos libres, les da un vistazo a sus likes y a su contador de seguidores, que ya está a punto de llegar a un millón.
¿Desde cuándo empezó a oír reguetón?
¿El reguetón? ¡Siempre!, desde que estaba chiquitica. Siempre me ha gustado. Me aprendía las canciones porque tenía primitos más grandes. Mi papá me decía: “Sara, no escuche esa música tan grosera”. Pero pues nada, yo escuchaba de todo: Wisin y Yandel, Daddy Yankee…
¿Cómo la empezaron a llamar para hacer esos videos musicales?
Lo que pasa es que yo tengo dos primos. Uno es productor y el otro es el que le graba los videos a Kevin Roldán. Cuando yo empecé mi carrera como modelo me hicieron un casting y ahí mismo me escogieron.
¿Y el de Maluma?
Ellos me habían escrito por Instagram, pero yo no les creí porque últimamente muchas personas mandan cosas que no son ciertas. Un tiempo después me llamó mi mánager y me dijo: “Te están buscando hace días para hacer ese video. ¿No lo vas a hacer?”. Entonces yo me puse superfeliz y me tocó reaccionar superrápido. Fue muy chévere.
¿Cómo reacciona cuando está frente a figuras como Maluma y Daddy Yankee?
No, normal. Yo trato de ser muy profesional en ese aspecto. Ya con salir en el video y al lado de ellos es más que suficiente.
¿La reconocen en la calle?
Eso es impresionante. A veces me pasa en los aeropuertos o cuando estoy comiendo por ahí en la calle. Sobre todo se acercan niñas: “¿Ay, tú eres Sara Orrego?”. Para mí es muy extraño porque hay un millón de personas que te conocen y tú no sabes nada de ellas. A veces también me escriben mensajes: “Oye, te vi en tal parte, quería pedirte una foto pero me dio pena”. O me toman fotos desprevenida y después me las mandan.
¿Se la pasa pegada al celular viendo los likes y las estadísticas?
No, yo casi no soy de estar todo el tiempo mirando el celular; aunque sí me gusta contestarle a la gente que me manda mensajes o me pide consejos. Es que hay muchas niñas que me escriben que quieren ser modelos, que me admiran demasiado, que quieren ser como yo. A ellas les trato de responder, pero es un poquito complicado porque en una foto cualquiera puedo tener 800 comentarios.
¿Por qué decidió estudiar ingeniería financiera?
Yo no tenía ni idea de qué era lo que quería estudiar. Cuando salí del colegio empecé a estudiar contabilidad como por estudiar algo; era una tecnología, me gustó y entonces después me metí a estudiar ingeniería. También trabajaba en una empresa haciendo inventarios y ayudando con la contabilidad. Lo que pasa es que yo siempre fui muy “equis” con todo este mundo, no tenía ni idea de cómo empezar a ser modelo ni nada y en mi mente solo estaba estudiar y ya. Ahí fue cuando mi mamá me dijo que ella quería que yo fuera señorita Antioquia. Obviamente no quedé, pero la gente empezó a preguntar “¿quién es esta?”, y me empezaron a buscar de agencias y de marcas, de todo.
Entonces lo del modelaje fue idea de su mamá...
Mi mamá siempre quiso que yo fuera modelo. Yo nunca le había prestado atención, pero dije: “Bueno, vamos a ver qué tal”. Como por tener la experiencia...
¿Cómo era su Instagram en esa época?
Mi cuenta era personal, privada, pero después de lo del concurso me empezaron a buscar. La cuenta me subió impresionante: yo tenía como 2.000 seguidores y al día siguiente amanecí con 10.000.
¿Y cómo fue la experiencia en ese concurso de señorita Antioquia?
Yo salí supertímida. Todas las concursantes eran modelos con experiencia que estaban superpreparadas, tenían todo el styling, sabían qué iban a responder… En cambio yo iba supernovata. Fue bacano por la experiencia, pero me encontré con algo de lo que no tenía la menor idea. En realidad ese concurso no fue tan relevante, fue algo muy corto: me inscribí, fui al casting, al otro día respondí unas preguntas y ahí escogieron diez finalistas. Yo no quedé entre esas diez.
¿Recuerda sus primeras fotos?
Una diseñadora de modas me mandó por Instagram un mensaje diciendo que me quería hacer un casting para ser la imagen teen de su marca. Pasé el casting y como a la semana fueron las fotos. Yo iba supernerviosa porque iban a estar Mariana Dávalos y Nati Sanchez, además había un equipo superteso de maquilladores y productores. Me dijeron: “Practica en el espejo, imagínate que el espejo es la cámara”.
¿Y usted las seguía a ellas?
¡Claro!, eran mis “ídolas” por siempre. Yo las había visto en los cuadernos, en las campañas que ellas hacían, en vallas. Cuando trabajé con ellas por primera vez dije: “Esto es serio”.
Me imagino que las segundas fotos fueron esa misma semana…
No sé si fueron esa misma semana, pero sí fue muy seguido porque yo dije: “¿Qué hago, voy al parcial de cálculo o a las fotos? No, voy a las fotos”. Fue un cambio superrápido.
¿Qué dijeron sus papás?
Mi mamá se puso feliz, pero mi papá sí me dijo: “No, ¡cómo vas a dejar de ir a la universidad por eso! Eso no es real, eso no es para siempre”. Él no lo veía como una carrera ni como un trabajo. Ahora él me apoya, pero sí me dice que no deje de estudiar. Yo estoy aprendiendo inglés y quiero aprender también otros idiomas, porque viajar es lo que más me llena. Además este semestre voy a empezar a estudiar comunicación social virtual, así puedo seguir con la universidad sin dejar de lado mi trabajo.
Ya que habla de los viajes, cuénteme cuál fue su primer viaje de trabajo.
Al desierto de la Tatacoa, con Lina Posada. El equipo estaba nervioso porque yo no tenía tanta experiencia, pero quedaron hermosas las fotos. Fueron dos días de trabajo y dos de viaje y hacía un calor horrible. ¡Imagínate cambiándote bajo 35 grados veinte bluyines en un día!
¿Y por fuera de Colombia?
A Ecuador. Estuve en varias playas cerca de Guayaquil. Pero después he ido a México, a Perú, a Los Ángeles, a Las Vegas, a Miami. Por ahí una vez al mes tengo que hacer fotos por fuera.
¿Después de tanto viaje le quedan ganas de subirse a un avión para salir de vacaciones?
Claro. Es que para mí viajar es lo más satisfactorio. Yo prefiero gastarme la plata viajando y no comprándome un bolso o cualquier otra cosa. Para mí lo mejor es conocer cosas diferentes, comidas diferentes, enfrentarse a la cultura…
Acaba de llegar de Rusia y de Dubái…
Sí, fue un regalo que me dio mi novio. Nunca había sentido tanto frío en mi vida como el que sentí en Rusia. Estuvimos como a menos diez grados. Y en Dubái vi una cultura demasiado linda, desde su forma de vestir hasta las mezquitas de oro y el desierto. Todo es superdiferente a lo que se ve acá.
¿Qué hace cuando se desconecta, cuando tiene un día libre para descansar?
Me voy a cine. Voy por ahí dos veces a la semana. Me gusta todo tipo de películas, menos las de terror. Con tal de ir a comer crispetas, no me importa la película que vayan a dar.
Revista Don Juan
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