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Buena vida

Cuajada

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Sobrevivir al frío a punta de calorías artesanales parece un superpoder que desarrollaron quienes viven en el altiplano cundiboyacense. Es por eso por lo que en esa región el bocadillo se convirtió en postre, y la cuajada con cualquier tipo de dulce, en el mejor antídoto contra el frío.
Para probar la mejor no tiene que salir de Bogotá. Solo tiene que subir los 600 metros de altura de Monserrate. Va a descubrir que la cuajada tiene el balance perfecto entre dulce y sal. Es como un queso fresco cortado en rectángulos, pero a medida que se lo come empieza a deshacerse y a combinarse con la mora y el arequipe. “A muchos no les gusta la cuajada porque no han probado la de verdad”, dice Pedro Romero, que lleva veinte años vendiendo dulces típicos en el santuario. “Para que una cuajada quede buena tiene que pasteurizar la leche, luego se sube a una temperatura de 60 grados centígrados y después se baja a temperatura media y se le echa el cuajo. El dulce de mora y el arequipe también los hacemos nosotros con receta familiar”.
El negocio lleva tantos años ahí que ni sus papás recuerdan cuándo empezaron a llevar todos los fines de semana los postres para los turistas que suben hasta el santuario. Además de cuajada con dulce, también vende queso con bocadillo y queso de hoja, a precios que van de los 2.000 a los 4.000 pesos. El resto de la semana permanece en Choachí y se encarga de preparar y dejar listos todos los dulces.
No necesita rezar para disfrutar de este manjar. Basta con alistar varias servilletas y encontrar un buen lugar para sentarse y atacar el plato con paciencia. No requerirá nada más: tal vez ánimo para comer un segundo plato de cuajada.
MARÍA CAPOTE
REVISTA DONJUAN
EDICIÓN 144 - FEBRERO 2019
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